martes, 23 de agosto de 2011

DE ALARMAS Y VERDADES INCÓMODAS

El lunes 22 de agosto el diario El País publica una nota de prensa -ni siquiera se le puede llamar noticia-  que se resume en el siguiente titular: “Los aviones volarán más juntos desde el 22 de setiembre”. La nota no ofrece nada más allá del anuncio de de la fecha de implementación de la medida -consistente en reducir la distancia entre aviones de 8 a 5 millas náuticas- y  alguna que otra inexactitud por lo que si un ciudadano coherente quiere saber qué hay realmente detrás de ese hecho, tendrá que molestarse en contrastar la información y ahondar por su cuenta y razón en el tema, visto que la prensa nacional no está por la labor.

Los que siempre mantienen los sables en alto en contra de los controladores aéreos se han apresurado a decir que esa reducción está contemplada por los parámetros de la OACI (Organización de Aviación Civil Internacional) y que por lo tanto las quejas del colectivo no son sino una treta para alarmar a la población y así evitar una medida que acabará con los retrasos aéreos y los perpetuará en sus tronos de privilegios.

Nada más lejos de la realidad. Informar con datos en la mano desde un punto de vista profesional no es sembrar el pánico, por mucho que se empeñen unos medios carentes de la curiosidad por indagar que se les presupone y que solo se están mostrando eficaces como altavoces panfletarios de un gobierno obsesionado por una privatización, la de AENA, que no está siendo tan idílica como habían supuesto y que a más de uno se le está atragantando.

La reducción de distancia es un mero formalismo técnico que, bien ejecutado, puede incluso facilitar la labor al controlador. De hecho hay países como Francia que operan con 5 NM, por lo que ese no es precisamente el problema. El quid de la cuestión radica en cómo se va a producir ese cambio, en qué condiciones y con qué finalidad.

El espacio aéreo se divide en sectores de control y consta de aerovías y rutas predeterminadas. El controlador radar trabaja en un centro de control en el que hay diferentes posiciones desde las que se manejan los diferentes sectores, lo cuales son flexibles lateral y verticalmente. Es decir, se pueden juntar varios sectores en uno o un espacio más grande se puede fraccionar en pedazos más pequeños. En Barcelona, por ejemplo, con la configuración máxima que implicaría un tráfico denso como el de Semana Santa o verano, hay 15 sectores de ruta y 5 de aproximación. En configuración mínima –tráfico de noche entre la 1 am y las 5 am en invierno- hay 2 sectores de ruta y uno de aproximación. Por cada sector, antes había tres controladores que iban rotando: uno ejecutivo -se comunica con los aviones- un planificador -ayuda al ejecutivo- y uno de descanso. La situación es más compleja ahora desde que se redujeron los descansos por decreto, dándose el caso de tener 5 controladores para atender 2 sectores.

La capacidad ATC (Air Traffic Controller) viene establecida por el número de aeronaves que un controlador puede manejar simultáneamente sin que se vea afectada la seguridad. La establece la autoridad aérea correspondiente y nunca debiera de ser determinada sin los estudios técnicos de seguridad y riesgo pertinentes.

Si establecemos un paralelismo entre el espacio aéreo y la red viaria de nuestro país, se podría decir que lo que está ocurriendo es muy parecido a la situación que se produciría si de repente el gobierno decidiera dar ayudas para que todo el mundo pudiera acceder a la compra de un coche sin tener en cuenta que antes es necesario rediseñar el tejido de autovías, autopistas y carreteras que deberían absorber el aumento del volumen de tráfico previsible tras adoptar una medida de tal calibre. Imaginen además que, en un intento por contentar a todos aquellos nuevos propietarios de automóviles y evitar que la venta caiga provocando el descontento de fabricantes y concesionarios, a la DGT no se le ocurre otra cosa que reducir la distancia de seguridad y permitir que se circule por los arcenes para que así quepan más coches. Sin un plan previo, un rediseño y una mejora de infraestructuras los atascos serán los mismos o incluso empeorarán con toda probabilidad.

Con la llegada de las compañías de bajo coste y el boom de la industria turística, quien más y quien menos puede permitirse viajar y las compañías aéreas se han convertido en una perita en dulce para operadores como AENA, que buscan rentabilizar inversiones en aeropuertos innecesarios e infraestructuras faraónicas a costa de vender más capacidad operativa de la que realmente puede asumir, porque señoras y señores: el cielo es finito; llega un punto en el que no caben más aviones. Se puede intentar mejorar la operatividad, la eficacia y la productividad pero como usuarios debiéramos ser los primeros en reclamar que se cuente con la opinión de los profesionales y que se realicen los correspondientes estudios de riesgo, pues nos va la seguridad en ello.

La reducción de la distancia entre aviones se implementará sin haber realizado estudio alguno ni haber sometido a los controladores a un proceso de formación adecuado en el simulador para tal menester. Es más, se informa al colectivo mediante AIP (Aeronautical Information Publication) pero no se les dice de qué manera ni en base a qué se va a  producir tal modificación, lo que da una idea de la perfecta desorganización e improvisación que impera en AENA fruto de la ansiedad acuciante del que quiere vender y se le agota el tiempo.

Así que cuando pisemos un aeropuerto, en lugar de dejarnos impresionar por los mármoles de la terminal, sería bueno que nos cuestionáramos si los equipos con los que se operan están en condiciones y si responderán bien a esa reducción además de hacer lo posible por asegurarnos de que esa medida no está, en realidad, diseñada para aumentar el número de tráficos –aeronaves- que un controlador tiene que gestionar, habida cuenta del incremento del 15% que ya enfrentaron a principios de verano. Si eso es así el panorama es desalentador y preocupante, pues contaremos con profesionales cada vez más saturados, menos formados y con menos recursos para garantizar nuestra seguridad en el aire.

Las 5 millas náuticas pueden estar contempladas por la OACI, pero nada dice de proceder a operar con esa distancia sin ningún tipo de estudio previo. Tampoco es exacto que esa reducción vaya a aumentar la capacidad de los sectores aéreos y a terminar con los retrasos como la nota de El País da por sentado.  Mirar hacia otro lado nos puede mantener dichosos en nuestra inopia, pero también nos convertirá en responsables el día que ocurra una desgracia. Claro que llegado el caso, la connivencia de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA), AENA y el Ministerio de Fomento ya se encargaría de impedir la transparencia necesaria para que aflorara la verdad. Que se lo pregunten sino a las víctimas del accidente de Spanair. 


Lo C. Gutiérrez 

1 comentario:

  1. Buena manera de reducir el numero de incidentes!!!!! Reduciendo las mínimas de separación, habrá menos cruces (infracción al violar los mínimos de separación), también quedará mermada la seguridad en vuelo.

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