domingo, 29 de enero de 2012

O CÉSAR O NADA


César era otra cosa. Podías hablar con él de filósofos y de magia, de pintura y de poesía, de armamento y de traiciones.”

                                               (Manuel Vázquez Montalbán, O César o Nada)

Somos muy dueños de aprovechar o desaprovechar las ocasiones u oportunidades que brinda la vida como nos plazca. Así mismo, también somos libres de dejarnos llevar por nuestras filias y fobias a la hora de conformar nuestras empatías pero el modo en que lo hacemos denota, en muchos casos, los prejuicios contagiados alevosamente por gente que, inexplicablemente, hemos convertido en referentes de opinión.

Unos minutos después de despedirme de César Cabo, me vinieron a la memoria las palabras con las que encabezo estas líneas y que el gran Manuel Vázquez Montalbán puso en boca de Maquiavelo para describir al segundo de los hijos de Rodrigo Borgia y Vanozza Catenei. Quizás el hecho de que ambos compartan el mismo nombre detonó la asociación de ideas pero, sin lugar a dudas, esa descripción bien podría responder al retrato de alguien que no deja indiferente y que, como el personaje histórico, se ha batido el cobre en un entorno de intrigas, maquinaciones y engaños.

El clavo que sobresale siempre recibe un martillazo y esa máxima, inherente a la condición humana, que se eleva a la enésima potencia en un país donde la envidia es el deporte nacional y donde la frivolidad o la anécdota se confunden con el periodismo analítico, es algo que el exportavoz de la Unión Sindical de Controladores Aéreos (USCA) asimiló a marchas forzadas durante su etapa al frente de la secretaría de comunicación externa.

Que la travesía ha sido dura es algo innegable pero constato que de todo ello ha emergido un hombre curtido que las ve venir de lejos y que no solo ha sobrevivido a la puñalada intestina sino que además de aprender a sacarse el cuchillo sin desangrarse, también ha adquirido la destreza de darse los puntos de sutura cuando conviene.

Decir que César Cabo es tan normal como el vecino del quinto es una verdadera simpleza, a no ser que te haya tocado en gracia un inquilino instruido, de verbo ágil y pensamiento veloz, capaz de hablar distendidamente y sin pedantería sobre lo divino y lo humano en unos cuantos idiomas, si fuera preciso. Tiene la mirada serena y analítica del que está de vuelta de muchas cosas pero que no ha perdido un ápice de curiosidad por el mundo que le rodea. Destila transparencia, una firmeza de principios que conmueve y esa complejidad que es común a las mentes eclécticas tendentes a la autocrítica. Más allá de su naturaleza mesurada, se le intuye un carácter fuerte, con el toque navajero que la batalla confiere, y que algún que otro taimado maestro de pista mediática tachó de prepotente al percatarse de que el señor Cabo no estaba por la labor de convertirse en carnaza para los leones del circo.

De toda esta vorágine ha salido algo despeinado, con algunos arañazos donde más duele pero en pie. La indigestión por los sapos y culebras tragados va pasando y de a poco va retomando las riendas de un caballo que se desbocaba por momentos. Ya no hay tensión en su gesto y cada vez lo tienen más difícil quienes pretenden crisparlo, pues si algo ha aprendido es a diferenciar entre el insulto fruto de la anodina carencia de argumentos y la crítica reflexiva que, lejos de lastrarle, le motiva.

Todos nos dejamos arrastrar por la superficialidad en ocasiones pero hay una clara diferencia entre quienes disfrutan recreándose en la nada y los que en algún momento se paran a considerar el por qué de tanta ofuscación. El que logre vencer el prejuicio, incluso desde la discrepancia, probablemente refrendará las palabras que, de nuevo Montalbán, hace pronunciar esta vez al general Corelli: “Tú aún eres tú, César”.

Lo C. Gutiérrez

viernes, 20 de enero de 2012

YA LO DECÍA MARX, GROUCHO MARX

Decía Groucho Marx que la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y después aplicar los remedios equivocados. A tenor de lo que ha hecho hoy el Partido Popular al nombrar Secretaria de Transportes a Carmen Librero podemos decir que la nueva Ministra de Fomento, Ana Pastor, ha cumplido el precepto a pies juntillas. Y es que hay días en que uno parece  estar inmerso en una pesadilla sin fin y en que la poca dosis de inocencia ciudadana, a la que quién más y quién menos se agarra cual clavo ardiendo con la esperanza de que algo cambie para mejor, se diluye por completo ante una realidad que refleja el vano interés que los políticos tienen por la ciudadanía en general y el mucho que muestran por preservar los intereses de quienes les aúpan al poder y allí los mantienen.

Una pésima gestión, que ha dado como resultado miles de minutos de demoras acumulados en los aeropuertos de un país dependiente, en gran medida, de la buena imagen de los mismos para potenciar un sector tan importante en la economía española como es el turismo y el hecho de ser parte activa y claramente implicada en el pulso mantenido entre AENA y los controladores aéreos parecen ser los méritos tenidos en cuenta para ofrecer a la señora Librero una responsabilidad de tal calibre. Yo por mi parte, no veo cómo esos antecedentes pueden justificar en modo alguno la designación, a no ser que el único requisito indispensable para asumir el cargo conlleve la promesa de no hacerlo peor de lo ya demostrado en sus días como directora de Navegación Aérea en el ente público.

Muchos dirán que hay que concederle los cien días de gracia y no precipitarse a la hora de emitir juicios de valor pero es que visto el modo de proceder que ha tenido la señora Librero, otorgarle 12 de las 24 horas que tiene un día ya me parece demasiado. El panorama es descorazonador, no ya por lo decepcionante de la medida adoptada hoy por el gobierno, pues poco se podía esperar de quienes con sus votos  ayudaron a que la ley 9/2010 saliera adelante o de quienes miraron hacia otro lado al abstenerse en la votación sobre la prórroga del estado de alarma, sino porque se constata una vez más que no hay más interés que el que proporciona el beneficio económico y que los principios y los escrúpulos brillan por su ausencia a la hora de utilizar la defensa que un colectivo hace de su causa para escenificar un revuelo contestatario que, en realidad, solo obedece a un paripé diseñado y aceptado por los dos grandes partidos de este país.

¿Dónde han quedado aquellas intervenciones del diputado Andrés Ayala culpando a la dirección de AENA por los datos falsos que se enviaban a EUROCONTROL sobre el número de controladores operativos? ¿Dónde han ido a parar sus quejas sobre la desastrosa gestión aeroportuaria y la ingente cantidad de retrasos acumulados? ¿La solución pasa por que todo quede en agua de borrajas y premiar con un cargo a una de las mechas que prendió el polvorín?

Yo, que me he vuelto desconfiada por naturaleza, ya empiezo a creer que aquí hay alguna especia de aquelarre en el que se está gestando el desmantelamiento del sector de la navegación aérea española, que bien gestionado daría pingües beneficios.  Ya saben, aquello de llevar la situación a un callejón sin salida hasta que la única opción viable parezca ser la aparición de un Mesías salvador en forma de gestor privado. El tiempo dirá, pero el súbito interés de DFS –proveedor alemán de servicios de navegación aérea- por comprar la participación del 49% que el gobierno británico tiene en  NATS da bastante que pensar, máxime si uno tiene en cuenta la creación de FERRONATS, que optó y se hizo con la licitación de 10 torres de control en España. ¿Acabará nuestro cielo siendo gestionado desde Berlín?

Decía también Groucho: “el secreto de la vida es la honestidad y el juego limpio. Si puedes simular eso, lo has conseguido”. Sin duda, parece que hay una casta privilegiada que lo ha logrado, con la inestimable ayuda de nuestra capacidad para profesar una fe ciega por quienes usan sus arengas con el único objetivo de sembrar confusión y discordia en pos de su propio beneficio. 

Lo C. Gutiérrez

domingo, 15 de enero de 2012

TRASTORNOS MENTALES

De vez en cuando a servidora se le queda cara de pasmo ante reacciones, declaraciones o posturas que tienen poca o difícil explicación. En los desafortunados tiempos que corren, esas situaciones van en aumento y ante el afán de encontrar un motivo racional que fundamente esas actitudes, una acaba por conceder que los vericuetos de la mente son altamente intricados cuando no insondables.

Cuenta el psiquiatra Luis Rojas Marcos, jefe de los Servicio de Salud Metal de la Ciudad de Nueva York cuando acontecieron los atentados del 11S, que se han contabilizado casos de gente que narra convencida su presencia en las Torres Gemelas aquel fatídico día cuando lo cierto es que no estuvieron allí. Obviamente esto se corresponde con una patología consistente no solo en contar mentiras sino en creérselas hasta el punto de estar plenamente convencido de haber vivido esas experiencias.

Quizá sea ese el problema del que adolece Rafael Simancas, portavoz de la comisión de Fomento, cuando hablaba del sueldo de escándalo que, a su parecer, percibían los controladores aéreos españoles y del necesario recorte en la masa salarial del colectivo que permitiera a los usuarios beneficiarse de una rebaja en el precio de sus pasajes. Bien, después de tanto alarde de fuerza bruta en beneficio de la sociedad ¿hay algún usuario que pueda corroborar un descenso en el precio de los billetes de avión? A mí, desde luego, no me consta.

Decía también el señor Simancas que todo había quedado solucionado con un laudo voluntario de obligado cumplimiento. No estaría de más que se extendiera un poco más y nos informara para quién fue voluntario y para quién es de obligado cumplimiento y así deshacer el entuerto que produce ese oxímoron porque lo cierto es que después de tanto desbarajuste, a día de hoy, el tema sigue sin estar demasiado claro.

Podría ser, no obstante, que el portavoz del PSOE en el Congreso para asuntos de Fomento estuviera bajo lo que se conoce como shock post-traumático desde que un caso de transfuguismo le impidiera ser investido presidente de la Comunidad de Madrid y sufra un ataque de amnesia severa que lo incapacita para recordar lo que su partido anunciaba a bombo y platillo hasta un par de semanas antes de las elecciones. Es lo que se me ocurre para hallar algo de razón en esas palabras pronunciadas esta misma semana defendiendo un posicionamiento de su partido contrario a la privatización de AENA que cae por su propio peso a poco que uno lea lo que la señora Salgado, o los señores Blanco y Lema sentenciaban meses atrás.

Mención aparte merece el exceso de autosugestión que padece el ya expresidente del gobierno José Luís Rodríguez Zapatero. Es escuchar sus palabras en la inauguración de la nueva terminal del aeropuerto de León en 2010 y pensar que este buen hombre se leyó El Secreto –ya saben, el archiconocido libro de autoayuda- tras lo cual, se creyó en condiciones de gobernar no solo España sino toda una alianza de civilizaciones.

Dibujaba Zapatero, cual vidente de tres al cuarto, un futuro para el que, a su parecer, estábamos sobradamente preparados. Se enorgullecía de que en 6 años de legislatura socialista la inversión en el aeropuerto leonés había pasado a ser de 80 millones de euros comparada con los 2,5 millones de euros invertidos hasta 2004. Retrataba la red de aeropuertos española como la más moderna del mundo y presumía de gobernar el país con más kilómetros de alta velocidad del mundo. Decía convencido que, así dispuestos, no nos quedaba otra que tener un futuro garantizado de crecimiento económico.

Todo eso lo dijo sin despeinarse siquiera y lo mejor es que no hubo ni media alma periodística que le cuestionara lo innecesario de gastar no ya 80 millones de euros en un aeropuerto que en 2011 solo contó con 85.357 pasajeros sino el dispendio que suponía mantener una red aeroportuaria que no se correspondía con una demanda real.

Una de dos, o el anterior inquilino de la Moncloa no visualizó en la dirección correcta y con la suficiente nitidez e insistencia que, según El Secreto, se precisa para tener éxito en la materialización de nuestros sueños o más le habría valido leer algo que le permitiera aplicar el sentido común que se le presupone a un hombre de estado. Claro que a estas alturas, una ya ha dejado de dar muchas cosas por sentado.

No sería de recibo olvidarse de Juan Ignacio Lema,  ese hombre que presume de haber llevado a cabo una suerte de revolución en el sector de la navegación aérea destinada a aumentar la productividad, reducir los retrasos, mejorar la gestión aeroportuaria y así dejar el sector en condiciones de encarar el futuro cielo único europeo. Parece ser que el dineral que se les va en licitaciones de cursos de inglés para directivos no sirve de mucho y el nivel todavía no alcanza para entender lo que dice Eurocontrol, cuyo informe de verano de 2011 vuelve a sacar los colores a los gestores del ente público y deja muchas cosas en entredicho.

Llegados a este punto, no sé si es absolutamente necesario desarrollar la capacidad de decir Diego donde se dijo digo para acceder a la política o bien se trata de trastornos mentales, que por lo que observo, de transitorios no tienen nada. Si eso último fuera el caso, podríamos decir que el PSOE tiene un trastorno de distorsión de personalidad que lo lleva a hablar de ideales socialdemócratas y entelequias obreras mientras gobierna con políticas liberales de las que Milton Friedman estaría más que orgulloso. Pero en realidad, todo es mucho más sencillo y tan solo es cuestión de tener un rostro de granito, desconocer lo que son los principios, carecer de escrúpulos y no tener pudor alguno en atacar lo que antes defendía cuando la tajada en juego se la van a llevar otros.

No sé ustedes, pero yo ya empiezo a tener la paciencia colmada y me exaspera la ingente cantidad de cretinos integrales por KM ² que tenemos en este país. Habría  que  empezar a decírselo, porque cabe la posibilidad de que no se den cuenta de que lo son y el disparate todavía tenga arreglo. 


Lo C. Gutiérrez

miércoles, 4 de enero de 2012

UN POCO DE HISTORIA

Creo, y no es broma, que con mucho de lo leído, escrito y escuchado sobre el conflicto de los controladores aéreos se podría editar un libro de esos que recopilan leyendas urbanas y mitos falsos que algunos ingieren y digieren con la inestimable ayuda de ese gran invento llamado pensamiento único y unificado creado por las castas gobernantes y servido por unos medios que no es que carezcan ya de la voluntad de indagar, es que ni siquiera se molestan en  consultar información que está al alcance de cualquier ciudadano o de contrastar su propia hemeroteca, no vaya a ser cierto aquello de que la realidad te puede estropear un buen titular.

Una de esas falsa creencias populares que ha calado hondo en relación a este colectivo es la condición de funcionarios que muchos les atribuyen y por la que, al parecer, su sueldo lo pagamos entre todos. Aunque bien es cierto que en su día lo fueron, su estatus actual nada tiene que ver con lo que regía antaño.

Entre los años 60 y 80 los primeros controladores aéreos españoles eran funcionarios y dependían jerárquicamente del Ministerio de Defensa y Transportes. Trabajaban alrededor de 1700 horas anuales, en turnos erráticos con 20 minutos de descanso por turno, lo que derivó en una fatiga profesional que con el tiempo se hizo insostenible y acabó afectando al servicio prestado. Se llegaron, incluso, a dar tanto situaciones de falta de continuidad en el servicio como de seguridad, según los estándares actuales y de la época. 

El 27 de marzo de 1977 se produjo el accidente de Los Rodeos que, con un saldo de 583 víctimas mortales, continua siendo el de mayor magnitud en la historia de la aviación. Ese terrible siniestro puso de relieve las condiciones, a veces bastante precarias, en las que trabajaban los profesionales de la aviación y fue el detonante de varios de los cambios que se introdujeron en años sucesivos. 

En diciembre de 1981 el Ministerio de Transportes firmó un acuerdo por el cual la jornada de trabajo de los controladores empezó a racionalizarse, y así se fijó una jornada anual máxima de 1584 horas. 

Transcurridos 8 años, el 3 de marzo de 1989, se firmó el llamado Protocolo de Acuerdo en el que se estableció, por primera vez, una jornada específica de trabajo de 1200 horas anuales y unos descansos diurnos del 33% y nocturnos del 50%. Estas son las mismas condiciones que más adelante se recogerían en el ECCA (Estatuto de los Controladores de la Circulación Aérea). Para determinar estos parámetros de horas anuales se tuvieron en cuenta los estándares de la Unión Europea y, en cuanto a los descansos, se consideró el entorno europeo y algunas normativas relevantes de la Organización Internacional de Trabajo que ya por entonces tenía en consideración conceptos  como la conciliación, la especial atención a los servicios de noche, los ciclos de sueño y vigilia o la ruptura del ciclo circadiano. De ahí la importancia de un descanso nocturno del 50% que permite dormir al menos 5 horas seguidas y que es el mínimo contemplado es dichas normativas para poder recuperar capacidad de concentración y estar en condiciones de desempeñar el trabajo con seguridad.

En 1990, mediante la Ley 4/1990 de Presupuestos Generales del Estado, se creó AENA –ente público de Aeropuerto Españoles y Navegación Aérea- con el objetivo de operar bajo criterios comerciales las infraestructuras aeroportuarias. Según el artículo 82.4 de la citada ley, los controladores aéreos fueron convertidos en personal laboral. Desde 1991, año en que se constituye, el ente se rigió por lo estipulado en el Real Decreto 905/1991.

El I Convenio Colectivo de los Controladores Aéreos (ICCP) se publicó en el BOE el 18 de marzo de 1999 con todo el articulado del ECCA incorporado en el Acuerdo undécimo del mismo. Estuvo vigente hasta 2004 y desde entonces se fue prorrogando por falta de acuerdo en la negociación colectiva hasta 2010, cuando se modificaron sustancialmente las condiciones laborales del colectivo por medio, principalmente, del RDL 1/2010 y la Ley 9/2010 que implantaban medidas tales como aumentar la jornada anual máxima de 1200 a 1750 horas, que los descansos diurnos se redujeran del 33% al 25% y los nocturnos del 50% al 33% y que los mayores de 57 años dejaran de desempeñar funciones operativas. 

El resto, es historia ya conocida. Ante la imposibilidad de hacer frente al volumen de tráfico existente con tal escasez de plantilla, quedó en evidencia que el conteo de horas resultaba erróneo. En una huida hacia delante, se publica el Real Decreto-Ley 13/2010, donde se establece que para el cómputo de jornada anual solo se debía tener en cuenta la hora aeronáutica. O sea, dejaron de contabilizarse permisos, horas de formación o sindicales  y bajas. 

Después llegó el arbitraje y el dictamen de un Laudo de obligado cumplimento por ambas partes. Pero la plantilla sigue siendo insuficiente, con lo que periodo vacacional sí y periodo vacacional también, el documento redactado por el señor Pimentel tiene para AENA  la categoría de papel mojado. 

Así pues, los controladores son en realidad trabajadores públicos y su sueldo, dicho sea de paso, no sale de nuestros impuestos sino de las tasas de navegación aérea. Es decir, si de repente saliera un medio de transporte más eficaz y seguro que el avión y todos dejáramos de volar, estos profesionales tendrían que buscarse otro trabajo. 

Y por cierto, ¿han comprobado ya si sus billetes han bajado gracias a la cacareada reducción de la masa salarial de los controladores? La única tasa que descendió fue la de navegación aérea pero existen muchas más con un margen altísimo de aumento. Es más, ¿han tenido ya los usuarios de Iberia, Vueling o Air Nostrum ocasión de cotejar si sus pasajes resultan más baratos luego de que se haya prescindido del servicio de control en la T4 de Madrid-Barajas  para sustituirlo por un Servicio de Dirección de Plataforma (SDP) cuyos técnicos están dando autorizaciones para las que no están habilitados? 

Quizá sería conveniente introducir en nuestra lista de propósitos para el año nuevo, la voluntad de ser más suspicaces y menos inocentes. A ver si logramos terminarlo sin venda en los ojos.


Lo C. Gutiérrez