lunes, 13 de febrero de 2012

ALGO VA FATAL



Decía Tony Judt en  Algo va Mal  –libro altamente recomendable para cualquier político o empresario con aspiraciones de liderar un proyecto con sensatez, honradez y algo de perspectiva histórica- que “hay algo profundamente erróneo en la forma en que vivimos hoy [...] sabemos lo que cuestan las cosas pero no lo que valen.” (SIC).

Muchos son los ámbitos a los que podríamos aplicar la reflexión del historiador británico y, sin lugar a dudas, el ambiente que se respira en el sector aéreo es un buen reflejo de esa máxima.

Sin comerlo ni beberlo nos hemos convertido en sujetos pasivos de un entramado de intereses cuyo origen se halla en la creación artificiosa de una necesidad -la de subirnos al avión para disfrutar de nuestro ocio- que ni por asomo está reflejada en la pirámide de Maslow y que curiosamente muchos defienden con bastante más ardor que cualesquiera otros derechos constitucionales como puedan ser el acceso a una vivienda o a un puesto de trabajo dignos.

No deja de producirme cierta ternura la inocencia con la que algunos se echan ahora las manos a la cabeza cuando, al adquirir un billete de avión, comprueban que las tarifas han sufrido un aumento considerable tras la caída de Spanair. Me pregunto si de aquí a un tiempo se escandalizarán con el mismo candor cuando Ryanair se haga con el monopolio de El Prat o de cualquier otro aeródromo español, pues está claro que las autoridades autonómicas y centrales de este país están aunando esfuerzos a la hora de quitarles las chinas con las que pudieran tropezar –léase la obligación de cumplir con los protocolos de seguridad o el pago de las tasas aéreas en igualdad de condiciones respecto de otras aerolíneas- y allanarles el camino.

Las interpelaciones entre los partidos en el gobierno y oposición, lejos de aportar una crítica desde la que rectificar y construir un proyecto de y con futuro, solo sirven para escenificar un vodevil en el que los unos se dejan llamar burro y los otros asno, pero con la dosis de hipocresía necesaria que caracteriza al buen pesebrero.

Solo ante el pleno convencimiento de que te van a rechistar con la boca pequeña se explica que Rafael Simancas se permita la desfachatez de decirle a la Ministra Pastor que tiene el sector de la Navegación Aérea patas arriba o que el proceso de privatización que el PSOE había desarrollado para AENA sí que era modélico.

Únicamente desde la seguridad del que se sabe impune, como don José Blanco, se deja un agujero de 40.000 millones de euros en el Ministerio de Fomento y cree innecesario justificar los 14.900 millones de deuda de AENA, los 14.000 de ADIF, los 5.400 que acumula RENFE o los 2.000 que se han volatilizado en Puertos del Estado, que ahí es nada.

Nos han endosado un sistema perverso lleno de intermediarios, que bajo el principio del vobis gratiam, poco aportan y mucho afanan. Es la única explicación que se me ocurre para mantener en el cargo a alguien como Miguel Ángel Oleaga, quien pretende extender el Servicio de Dirección de Plataforma (SDP) provisto por INECO y ya implantado en la Terminal 4 del aeropuerto de Madrid Barajas, con la consiguiente merma en los estándares de seguridad, a las terminales 1, 2 y 3.


Quizá sea esa también la razón por la que se permite que Juan Ignacio Lema se pertreche como asesor de no se sabe bien qué en Barajas, tras asegurarse de que el equipo técnico que debe decidir a quién se adjudican las licencias de explotación de espacios comerciales en AENA y del que forma parte su mujer – Montserrat Mestre- no hace su trabajo para que así lo pueda llevar a cabo una empresa externa por el módico precio de 280.000 euros.

La ensalada del despropósito viene aliñada por unos diarios que se limitan a marear a la opinión pública reproduciendo dobles discursos y entelequias nacionalistas sobre rivalidades aeroportuarias con las que se intenta justificar la dilapidación de una ingente cantidad de dinero público. No es necesario saberlo todo, simplemente con llamar a la puerta adecuada es suficiente. Y si uno hace eso, probablemente le contarán con detalle que la T1 de El Prat tiene cinco posiciones para aviones grandes, que está diseñada para aeronaves A320 y B737 –tráfico de medio radio- y que por lo tanto es, lo que se dice difícil, que pudiera convertirse en un hub.  

Se echa también de menos un análisis profundo, sobre todo en cierta prensa que presume de progresista, de las condiciones laborales a las que se están viendo abocados los trabajadores del sector aéreo. Claro que visto como algunos tratan a sus becarios, debe ser que consideran normal que una tripulante de cabina esté dispuesta a volar por 1.000 euros al mes o que trabajar a las órdenes de O’Leary, cobrando en Gibraltar y cotizando en Irlanda, sea la manera de levantar un país.

Lo C. Gutiérrez

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