sábado, 16 de junio de 2012

ENTRE ORWELL, HUXLEY Y ZEISS ANDA EL JUEGO


He mirado a las dos y diez y hasta a las doce y media por si había moros en la costa. No los he divisado pero aunque el perro de San Roque definitivamente ya no tiene rabo, el pájaro parece estar en el nido y el pollo casi en el horno, no hay que olvidar que el águila siempre está al acecho, mi querido doctor Flammond.

Me gusta la fotografía. Tiene mucho que ver con ese principio de la mecánica cuántica que dice que la realidad se forma desde el momento en que comienza a ser observada. El resultado final depende, en gran medida, del encuadre, el enfoque, la velocidad de obturación y la mayor o menor abertura que uno decida darle al diafragma. Cualquier instantánea es el resultado de haber pasado unos o muchos minutos tras el visor de una cámara decidiendo qué es imprescindible y qué es lo que estorba en la composición de esa realidad que se pretende retratar.
Siendo consciente del proceso, no puedo dejar de preguntarme al observar determinadas fotografías, qué fue lo que el fotógrafo dejó intencionadamente fuera de marco o por qué decidió que dirigiéramos la mirada con más intensidad  hacia unas cosas mientras nos hace obviar otras que no son para nada irrelevantes.
Este blog tiene mucho de eso, de querer hallar la respuesta a lo que insistentemente queda omitido, recortado o tendenciosamente esbozado por los medios generalistas. Es, si ustedes me permiten la comparación, como hacer una foto panorámica o dejar el dedo puesto en el disparador para obtener una ráfaga que intente captar la secuencia de hechos que lleva al escenario final.  
No hay invenciones. No es necesario ya que todo está ahí, al alcance de cualquiera; sea en el Boletín Oficial del Estado, en las tarifas, memorias y estadísticas de AENA concernientes a movimientos de pasajeros, operaciones y descargas de la última década, en las normativas de Eurocontrol o en filtraciones publicadas en algunos medios que dejan al descubierto la mala praxis de ciertos gestores. Se trata simplemente de abrir un punto más el diafragma para dar volumen y relieve a lo que de otro modo pasa desapercibido o de enfocar los elementos, darles su lugar en la escena y atar cabos. Nada del otro mundo.

No encontrarán ningún ataque personal a los responsables del despropósito y del caos en que se halla actualmente el sector de la Navegación Aérea en este país. Sí podrán leer críticas a su gestión, que deben aceptar gusten más o menos, porque como decía Thomas Jefferson: “cuando alguien asume una función pública debe considerarse a sí mismo una propiedad pública”.
Esa máxima, incuestionable para cualquiera con un mínimo de sentido común, no parece ser del agrado de algún que otro gestor de lo público quien no duda en usar la maquinaria del estado para acallar voces que incomodan conciencias, de modo que últimamente no puedo evitar sonreír ante la inocencia de los que creen vivir en una sociedad donde reina la libertad de expresión. Prueben a tocar la tecla disonante, aunque sea de modo accidental, a ver qué pasa.

Y ya que entre paradojas vivimos muy a gusto, lo último es que el presidente de Air Europa, Juan José Hidalgo, reconozca un golpe de estado contra los controladores y a nadie se le mueva un pelo del flequillo. Claro, que como todo en este mundo que hemos permitido, depende de quién lo diga y de quién haya dado la patente de corso para hacerlo sin mayores consecuencias.
No dejo de preguntarme cuándo habrá rebelión en la granja o si el Gran Hermano lo tiene todo tan controlado ya que hasta nuestros cerebros están siendo concebidos en las probetas de los laboratorios de ideas, al más puro estilo Huxley. Si es así, pregúntense quién acabará siendo feliz.


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