jueves, 6 de septiembre de 2012

MÁS ALLÁ DEL CONTINENTE


Hay ciertas compañías aéreas que, por qué no decirlo, despiertan mi antipatía. De entre todas ellas Ryanair se lleva la palma con esa política de empresa mediante la cual el pasaje queda reducido a ganado y sus tripulantes de cabina a anunciantes del estilo teletienda. Si todas las desventajas fueran esas, mi aversión quedaría reducida a una mera cuestión de incomodidad pero lo realmente preocupante del asunto es la interpretación laxa que tienen de los protocolos de seguridad. Esta semana, de nuevo, un avión de la compañía irlandesa pidió preferencia para aterrizar en Lanzarote por ir corto de combustible.

Habrá usuarios que ya tengan la mosca detrás de la oreja con tanto cúmulo de incidentes acontecidos en las últimas semanas. Otros simplemente pensarán que al señor O’Leary le están creciendo los enanos, pero es realmente extraño que sus procederes no hayan salido a la luz hasta ahora cuando la verdad es que llevan años jugando al límite. Consecuencias de construir aeropuertos que solo responden a la cultura del pelotazo para luego justificarlos con una rentabilidad aparente vía subvenciones sin las que las compañías de bajo coste no operarían simplemente porque no les saldrían las cuentas.

Cierto es que Ryanair está en el punto de mira estos días por su mala praxis pero no es menos cierto que hay otras muchas compañías de las denominadas low cost que operan con procedimientos parecidos y eso debería, cuando menos, levantar nuestras suspicacias.

Este verano sin ir más lejos, servidora ha volado con una de ellas. Intentar cuadrar calendario, horario y destinos no es tarea fácil y para colmo este tipo de compañías están copando rutas con lo que la tarea de hallar alternativas se convierte en algo así como una quimera.

Regresé de Nevşehir con Pegasus Airlines, una compañía turca participada en sus inicios –allá por 1990- por la irlandesa Aer Lingus que acabó vendiendo todas sus acciones dejándola en propiedad de Esas Holding. El negocio ha ido creciendo hasta acaparar una cuota de mercado cercana 5 millones de pasajeros al año en Turquía y tiñéndose de ese aparente dinamismo, originalidad y eficacia que ofrecen las low cost.

Pegasus ha encargado a una empresa de comunicación un simpático vídeo donde unos niños, en sustitución de los habituales TCP, escenifican las explicaciones del procedimiento a seguir en caso de accidente. Obviamente se trata de que el pasajero preste la atención que ya no le despiertan los profesionales haciendo su labor en el pasillo del avión justo antes del despegue.

La medida es vistosa pero de eficacia perecedera a poco que vueles con ellos dos veces pues no es necesario ser un experto en psicología para entender que la atención que prestas es directamente proporcional al número de veces que te subes en un avión. Aunque lo que realmente me fascina del tema es el rol a la que estas compañías vienen relegando a estos profesionales. ¿En qué se está convirtiendo un TCP? ¿Son conscientes los usuarios de que su labor principal no es servir refrigerios cual avezados mozos sino ayudar a evacuar una aeronave? En un trayecto de cuatro horas los vi salir tres veces, siempre para atender demandas consumistas, nunca para cerciorarse de que el pasaje estaba bien.

En pos del igualitarismo paternalista estamos cayendo en unas simplificaciones absurdas: ni un piloto en un taxista, ni un controlador un guardia urbano, ni un tripulante de cabina de pasajeros un camarero. Y puestos a que me anuncien las maravillas de una aerolínea, me encantaría que además de decirme que tengo la posibilidad de hace el check-in vía móvil, me informasen sobre si respetan los turnos y descansos de sus profesionales, si están formados y capacitados o de si su política de empresa contempla que empleados cualificados hagan las revisiones pertinentes así como que se cargue el combustible necesario para hacer frente a situaciones de emergencias, por ejemplo. Pero ya se sabe que vivimos en tiempos donde solo parecen importar el aparador, las candilejas y el continente. Del contenido solo nos acordamos cuando vienen mal dadas. 

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